Libros hechos com tapas de kartón comprado en las calles de Asunción a 1000 guaraníes el kilo y pintadas a mano por el Astronauta Paraguayo, el Pombero Tamaguxi, el Domador de Yakarés y kolaboradores. Última dirección en la capital paraguaya, Eligio Ayala, 889; Asunción, Paraguay. Fono:+55 67 99693-1079 Pedidos: douglasdiegues@gmail.com

miércoles, 9 de julio de 2008

EL GOTO (POCKET), de José Eduardo Alcázar


GOTO - Substantivo. Obediente de carrera. Empleado en empresa economía global. Todo aquel que cumple ordenes, de forma inmedia­ta y sin discutir. Se dice también, y en forma muy peyorativa, de todo aquel que obedece ordenes sin cuestionar o sin cuestionarse. Del arcaico: goto, contracción de GO TO. Comando utilizado en los primeros ordenadores, en el siglo veinte.

< >

Día cero.

Que no me entiendan mal: El trabajo lo acepte por los créditos en oro metálico global implícitos, nada más. Mi larga amistad con el Presidente, mi larga sociedad con el Presidente, me califican plenamente para este tipo de trabajo, es verdad, pero no lo haría si no hubiese un colateral que, en el caso, viene acompañado por un contrato bastante específico y también analítico. Mi propio defensor legal lo leyó, releyó, lo pensó y lo aprobó. En él están definidas mis obligaciones y todos mis derechos, en otras pala­bras, mis dius. Estoy en esto por los créditos, o como se decía en la antigüedad, por la plata. También estoy en esto porque me prometieron, me insinuaron, me dijeron, bueno nada concreto, me adulzaron la vida futura con la posibilidad posible de acceder al Señorío de Madureira. El título de Señor de Madureira no es poca coisa y lo sabría llevar muito ben. Hago la aclaración para que no se me tenga en la cuenta de un charlatán de caminos obrando por mera amistad, celos, calentura o cualquier otro impulso de vientre. Sou un profesional, a mí me pagan. Mi tarea es sencilla - así creo o así me hacen creer los que me pagan para justificar lo que me pagan: traer de vuelta, viva o muerta, herida o de cualquier manera, a la hembra huida de Anastasio Mitre. Tengo siete días para cumplir la misión. Siete días a contar del momen­to que llegue al primer distrito de investigación. Por qué siete días? Ni idea, debe ser por cábala, Mitre es cabulero como lo era Pitágoras. Qué ocurre si no cumplo la misión en siete días? Me mandan a visitarlo a Pitágoras, esté él en donde esté.
No la conozco a esta mujer fuchona, salvo que por oír decir y por sus archivos binarios, por sus vastos archivos digitales, guarda­dos en la memoria infinita del Estado y que ahora son colocados, en parte, en una buena parte, a mi disposición para que la llegue a ella y la entienda. Tengo dudas particulares sobre este punto: se podrá entender a alguien por sus archivos? Digo entender totalmente, no puntuar, como hace el Estado. Una dudita empilcha­da no más. No somos de la misma casta, Carmen y yo, y nunca frecuentamos las mismas ruedas. Si soy amigo de Mitre, socio en algunas cositas, lo soy por el lado nocturno del Presidente, no por juntarme con sus cumpinches y amantes. Nunca tuve el gusto, el placer, el cosquilleo atorrante, de verla en persona, a la hembra, o de sentirla a mano. Nunca nos cruzamos. Parece que la relación que existía entre el Presidente y la mujer, terminó de forma ríspida y acribilladora: ella era la favorita, la suíti número uno y como tal, persona de gran presti­gio y poder. Hacia y deshacía, indicaba, decretaba y su mansión era frecuentada por secretarios, ministros, oficiales, eclesiás­ticos, hombres y mujeres de algún bíznes, picaretas, pedigüe­nios, tetamilones, todos enfin, que tuviesen algún deseo o preten­sión a cualquier cargo, función o bien del Estado y que necesita­sen de algún jeito realizante. Ella era capaz de conseguir lo que podía parecer imposible a un forastero, de eso yo mismo fui testigo, en más de una oportunidad. Era mujer de inspirar un decreto ejecutivo, y tenia fuerza para deshacer una orden emana­da, firmada y sellada; lograba dar vuelta a un parecer categóri­camente contrario, nombraba a un atorrante para una embajada, a un recomendado para hacer gerencias, a un facínora para aclarar justicia. Deleteaba a los que le causaban estorbo, encarcelaba en mazmorras humillantes a los que quería hacer sufrir con más intensidad. No le fervía la sangre por ninguna aberración. Ejer­cía un poder soberano y esto le daba placer. Claro que además del placer puro por el ejercicio compulsivo del poder, había toda la vaina de créditos que ella se adjudicaba. La cosa funcionaba así: Se le llegaba con la cuestión, ella daba el jeito pertinente y, enseguida, sin demoras, salía la factura del guaformí. Y que facturas insaciables!: era ella un padrino de costo alto, o una socia imprescindible, para comenzar un bigdil - ella decidía cuando seria socia o padrino -. Un mast para iniciar, a veces, un garrote vil para la secuencia, casi siempre. Conozco a más de uno que se arrepintió de haberle pedido auxilio un día, a más de uno conozco. Más de uno terminó esclavo suyo, enredado y prisio­nero en el mismo proyecto y negocio que había tramado para faci­litarse la vida. Todos ellos caían en la anecdótica trampa del Rey, con el miserere esmolante: "Si queréis, majestad, podéis". Los que piden como siervos no se dan cuenta que un rey, de esta forma acordado, se vuelve el gran tirano que nunca entiende disculparse por tal.
Más: El Presidente, un sometido de entrepiernas, lo consentía todo, la atendía en los pleitos y lo que ella pedía era siempre ley mayor en toda la República. Años duró este estado de cosas. Había calles, monumentos, plazas, escuelas, parques, alabados con su nombre. Su rostro, bellísimo por cierto, figuraba en todos los cuadrantes de la urbe y uno la veía por donde mirara. Las expresiones con las cuales se la calificaba, eran sin límites, en número y en audacia de descrip­ción. Se utilizaban todos los adjetivos excelsos de los dicciona­rios, todos los compuestos y todas las combinaciones y cuando se hubieran gastado, todos ellos, por el reitero cotidiano, algún lambecúlo inventó el primero de una serie de adjetívos-substantí­vos sintéticos de apariencia, con valor onomatopaico-afectivo y sin sentido alguno. Se decía que ella era la "curru carra del currurru", la "jonda jondisísima", la "puputi del pakulu", la "cululu exaltada", y se organizaban concursos, en escuelas y ministerios, para "llegar a la palabra más perfecta para designar a lo indesignable". Al feliz ganador de uno de estos concursos mensuales, se lo brindaba con el reconocimiento por la invención y la Presidencia mandaba publicar, en el Diario Oficial, que " el orgullo nacional, ciudadano fulano de tal, había logrado expre­sar la magna inspiración de todo un pueblo al invitar, del fondo del (...).


EL GOTO
Autor: José Eduardo Alcázar <> Gênero: novela en espanguês <> 44 Páginas; 1a. Edición; Asunción; 2008. <> Precio: 8 Euros (Europa) / 10 Dólares (Yankeelândia) / 10 Reais (Brasil) Via Correio: 16 reais/ 20.000 Guaraníes (Paraguay) 5 Pesos (Argentina) <> Tirajen: 100 ejemplares <> Tapa: Hecha de cartón comprado a 1000 guaraníes el kilo, pintadas a mano por el Domador de Yakarés y colaboradores. <> Apoyo Cumbiantero: Eloisa Cartonera, Buenos Aires [http://www.eloisacartonera.com.ar/]


3 comentarios:

e. r. dijo...

che, por qué en argentina es tan barato?

kurubeta dijo...

Súper está la tapa del Goto,se pasó el domatori tomando tereré de vino taninoso y depois le pegó a las akuareladas kartones akúas la tapa india, super
pd: ever, chera'a', porke los kurepas enchantan ( no encantan, cantan el verso, le chant kurepí)todo, hasta los precios gua'u ke dan...

aguacate dijo...

hola! ya no quedan copias?